Haití se encuentra frente a una intervención armada

La apelación vehemente del primer ministro de Haití, Ariel Henry para que la comunidad internacional ayude a ese país ante la crisis social, económica, de combustibles, la aparición del cólera y el embate de las gangas, es una indirecta apelación a una intervención armada.

Es un trago amargo que ningún presidente haitiano apuró en circunstancias más o menos parecida a las de hoy, como en 1915 tras el asesinato del presidente en ejercicio, Vilbrun Guillaume Sam, quien se había refugiado en la legación de Francia, hasta donde llegaron las turbas y lo lincharon.

O muchos años luego en el 2004 cuando el presidente constitucional, Jean Bertrand Aristide fue supuestamente secuestrado por comandos norteamericanos y obligado a salir del país, dejando tras de sí a los militares que pretendieron conjurar una crisis humanitaria, política y social.

Con todo, Henry no se atrevería a endosar directamente la posibilidad de una intervención extranjera, por temor a lo que puede depararle hoy la vida pública y la historia, pese a que el político, nombrado en víspera del magnicidio de Jovenel Moïse, ha fracasado del todo.

La intervención dictaría la salida de Henry, para que la ocupe alguno de los múltiples ambiciosos que están detrás de las turbas que salen a diario a las calles del país y que, como en el caso de Gonaïves, donde se firmó la independencia el 1 de enero de 1804, levantan la bandera de Rusia.

Con la guerra de ese país contra Ucrania y las elecciones de medio término dentro de poco más de un año, el presidente Biden no está en la mejor posición para alentar una intervención en Haití, a menos que otro país poderoso de “los amigos”, Canadá, cargue un poco con el fardo.

Ayer se dio a conocer en Washington que un grupo de senadores y congresistas, entre ellos la ex aspirante presidencial y senadora Elizabeth Warren, el senador Edward Markey y la congresista Maxine Waters, reclamaron en carta al presidente Biden el establecimiento de un gobierno que se apegue a la constitución de Haití.

La parte dominicana, que desde hace tiempo carga muy pesado con la situación de Haití y que la amenaza tanto la viruela del mono como el cólera que ha resurgido en la parte occidental de la isla, tendría que, sin comprometerse demasiado aceptar la intervención como mal menor.
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