República Dominicana y Haití en trance histórico

No puedo dejar pasar esta oportunidad para aclarar este hecho no solo al Embajador, sino también a los lectores encantados con su verbo seductor.

Aun siendo minoritario, siempre he mostrado valentía y honestidad en mis posiciones.

Solo utilicé una metáfora de niños turbulentos y coléricos para exteriorizar mi reacción, lamento la lectura del Embajador que envenena la serenidad de este productivo debate.

De todos modos, reitero mi posición de protesta por las brutalidades del proceso de repatriación, la irreverencia y falta de respeto de declaraciones de algunos funcionarios dominicanos sobre Haití y la declaración del presidente diciendo que Haití sería sumamente rico si su magia funcionara.

Señor Embajador, si en su lógica mi reacción constituye una ofensa, en la mía es sólo un simple reclamo de respeto para este pueblo.

Debo recordarle como es el caso para muchos políticos que no estoy buscando ningún capital político.

Mi objetivo es el acercamiento sincero y el restablecimiento de verdades sobre la historia común de los dos pueblos que comparten la isla.

Señor Embajador, con toda su ciencia, en su próxima intervención sobre el vudú, le aconsejo que amplíe sus horizontes sobre la historia de las religiones y las sutilezas que rodean los conceptos de espiritualidad y religión

Después del artículo en el Listín Diario del Embajador titulado: La República Dominicana está en Guerra con Haití, quise realizar un debate esencialmente académico, con respetos y cordialidades para los lectores que deseen profundizar en la historia común de los dos países, según nuestros criterios respectivos.

Lamentablemente el Embajador consideró una legítima reacción como una ofensa al presidente Luis Abinader y aprovechó para tildarme de racista.

No puedo dejar pasar esta oportunidad para aclarar este hecho no solo al Embajador, sino también a los lectores encantados con su verbo seductor.

Aun siendo minoritario, siempre he mostrado valentía y honestidad en mis posiciones.

Solo utilicé una metáfora de niños turbulentos y coléricos para exteriorizar mi reacción, lamento la lectura del Embajador que envenena la serenidad de este productivo debate.

De todos modos, reitero mi posición de protesta por las brutalidades del proceso de repatriación, la irreverencia y falta de respeto de declaraciones de algunos funcionarios dominicanos sobre Haití y la declaración del presidente diciendo que Haití sería sumamente rico si su magia funcionara.

Señor Embajador, si en su lógica mi reacción constituye una ofensa, en la mía es sólo un simple reclamo de respeto para este pueblo.

Debo recordarle como es el caso para muchos políticos que no estoy buscando ningún capital político.

Mi objetivo es el acercamiento sincero y el restablecimiento de verdades sobre la historia común de los dos pueblos que comparten la isla.

Señor Embajador, con toda su ciencia, en su próxima intervención sobre el vudú, le aconsejo que amplíe sus horizontes sobre la historia de las religiones y las sutilezas que rodean los conceptos de espiritualidad y religión.

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