Negocio de servicios funerarios con poca regulación

El carro sale de la capilla adornado de unas vistosas flores que contrastan con lo lúgubre del momento. En su interior carga el ataúd con el cuerpo de una señora que terminó sus más de 70 años de edad con el impacto fulminante de un vehículo conducido, al parecer, por una aprendiz.

Como ocurre muchas veces en un país de espíritu migrante, la familia de la difunta alargó el velatorio a más de un día para que el resto de los parientes en el exterior pudieran llegar a despedirse del cuerpo sin vida de la señora. Antes de concluir con la sepultura al tercer día, el cadáver fue llevado a un cuarto frío en el que fue sometido a la preparación de lugar para ralentizar la descomposición.

Mientras el carro se aleja para depositar los restos de aquella mujer en su «última morada», en la funeraria, el administrador del local se sienta a contar, lentamente, los pormenores de un negocio de servicios fúnebres que se expande a sus anchas en la República Dominicana, sin que ninguna autoridad reivindique la potestad de regularlo.

Las flores, el ataúd, el catafalco, el traslado, el cuarto frío, el velatorio y la ambulancia, todos esos servicios o solo algunos, hacen un combo que se oferta en el país por montos que van desde los RD$12,000 a los RD$250,000, según el establecimiento al que se acerque el doliente. El servicio se oferta para lo inmediato o con planes futuros de pago fraccionado para «cuando llegue el momento».

La oferta incluye velatorios en espacios diversos, algunos amplios y confortables, otros, estrechos y… fúnebres.

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